Debemos dejar a Dios obrar en nuestra vida, que sea su Espíritu Santo enseñándonos a querer a las personas que nos rodean, no por lo que son, sino por lo que Dios hizo en ellas.
Cada día que amanece tenemos que dar gracias a Dios por la luz que vemos, el aire que respiramos y las personas amadas que nos rodean.
Esto no pasaría de ser algo trivial sino fuera porque cada mañana también nos damos cuenta que somos objeto de la misericordia de Dios.
No es bueno recordar nuestros actos del pasado a no ser para darle la gloria a Dios y reconocer aquella milenaria verdad escrita por Isaías el profeta del antiguo testamento cuando dijo que no debemos dejar de mirar la piedra de la que fuimos cortados y el hueco de la cantera de donde fuimos arrancados.
Esto lisa y llanamente significa que no podemos dejar de recordar de donde nos ha sacado el señor y el camino que hasta aquí nos ha ayudado a realizar.
Generalmente los hombres pensamos desde nuestro egoísmo y porque no decirlo desde nuestra egolatría, y casi siempre cuando nos hemos sentido heridos por el accionar de una persona, y aunque queramos pensar de otra manera, desde nuestro interior se rebela una voz que nos instruye y acosa para que reaccionemos de la misma manera o peor.
Es que aunque hemos renunciado al mundo y hemos dado por muerto al viejo hombre aún seguimos envueltos en un estuche de carne que reacciona siempre de acuerdo a su naturaleza caída y a sus ansias de retaliación.
Pero que saludable resulta recordar aquí las palabras del salmo 103 donde con gran sabiduría el Señor nos recuerda que cuando el Padre quiso rescatarnos nos salvó porque su misericordia fue mayor que si justa ira y porque su justicia hizo que allí en el calvario la misericordia y la verdad se encontraran, la justicia y la paz se besaran.
Es contemplando esas sabias palabras que vemos la gran diferencia entre Dios y nosotros. Dios es alto y sublime, nosotros somos una raza caída y necesitada. Allí de forma sencilla en ese gloriosos salmo 103 el señor nos dice en los versículos 10 al 14 que
No ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades, Ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados. Porque como la altura de los cielos sobre la tierra, Engrandeció su misericordia sobre los que le temen. Cuanto está lejos el oriente del occidente, Hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones. Como el padre se compadece de los hijos, Se compadece Jehová de los que le temen. 14 Porque él conoce nuestra condición; Se acuerda de que somos polvo.
De cuanta paz se llenaría el mundo si solamente actuáramos de la misma manera en al que Dios actuó a favor de nosotros. Cuantas amistades florecieran y se fortalecieran si solamente siguiéramos ese ejemplo maravilloso que el nos dio, siendo amables, tolerantes y comprensivos con aquel que nos lastima con sus palabras y con sus actos.